miércoles, 17 de abril de 2013

FASES DEL SUEÑO

Definiciones

Fases del sueño

Las técnicas neurofisiológicas de registro han permitido demostrar que el sueño no es un proceso homogéneo, sino que se organiza cíclicamente en varias fases. Utilizando registros poligráficos (el electroencefalograma (EEG), el electrooculograma (EOG) y el electromiograma (EMG)), se observa que al dormir tenemos dos tipos de sueño: el NO REM y el REM.
El sueño NO REM. Se divide a su vez en cuatro fases. Son las fases de relajación y descanso:
Fase 1. Es la transición inicial de vigilia a sueño. Vuelve a darse si nos despertamos durante la noche, al dormirnos otra vez. En esta fase el cuerpo inicia una distensión muscular, la respiración se hace uniforme y la actividad cerebral se hace más lenta que durante el estado de vigilia. El sueño es ligero. Tiene una duración de entre 30 segundos y varios minutos en cada ciclo.
Fase 2. El dormir se hace menos superficial. La actividad cerebral se ralentiza más. Dura aproximadamente una hora en cada ciclo.
Fases 3 y 4. Es la fase de sueño más profundo, durante el cual el cuerpo descansa más. Se llama también fase de sueño lento, porque en la actividad cerebral las ondas son muy lentas. Cuando una persona está en esta fase se necesitan fuertes estímulos táctiles o auditivos para despertarle.
El sueño REM. En esta fase hay la actividad onírica, es decir, es cuando soñamos. Esta fase debe su nombre a los movimientos oculares rápidos que se producen (en inglés: Rapid=R; Eye=E; Movements=M). El EMG revela la desaparición del tono muscular, pero el resto de las funciones corporales y vegetativas se vuelven a activar. La tensión arterial, la frecuencia cardiaca, la respiratoria, la temperatura corporal y cerebral y el consumo de oxígeno tienen niveles similares a los del estado de vigilia.
Los dos tipos de sueño NO REM y REM se van alternando cada 70 a 100 minutos, con un promedio de 90 minutos. Al conjunto de las 4 fases NO REM y la fase REM se llama ciclo de sueño. Un ciclo tiene en total una duración de entre 90 y 120 minutos. Este ciclo se repite cuatro o cinco veces cada noche. En los primeros ciclos de la noche predominan las fases de sueño profundo, de descanso. En la segunda mitad de la noche predominan las fases 2 y REM. Esto significa que a medida que avanza la noche soñamos más, ya que los sueños se producen principalmente durante la fase REM.
FASE 1Ocupa entre el 2% y el 5% del tiempo total de sueño
FASE 2Ocupa entre el 45% y el 50% del tiempo total de sueño
FASE 3/4Ocupa entre el 18% y el 25% del tiempo total de sueño
FASE REMOcupa entre el 20% y el 25% del tiempo total de sueño

Bibliografía:
Estivill, E., De Béjar, S. (2001): ¡Necesito dormir! El insomnio sí tiene solución. Barcelona, Plaza & Janés
Definiciones

Fases del sueño

Las técnicas neurofisiológicas de registro han permitido demostrar que el sueño no es un proceso homogéneo, sino que se organiza cíclicamente en varias fases. Utilizando registros poligráficos (el electroencefalograma (EEG), el electrooculograma (EOG) y el electromiograma (EMG)), se observa que al dormir tenemos dos tipos de sueño: el NO REM y el REM.
El sueño NO REM. Se divide a su vez en cuatro fases. Son las fases de relajación y descanso:
Fase 1. Es la transición inicial de vigilia a sueño. Vuelve a darse si nos despertamos durante la noche, al dormirnos otra vez. En esta fase el cuerpo inicia una distensión muscular, la respiración se hace uniforme y la actividad cerebral se hace más lenta que durante el estado de vigilia. El sueño es ligero. Tiene una duración de entre 30 segundos y varios minutos en cada ciclo.
Fase 2. El dormir se hace menos superficial. La actividad cerebral se ralentiza más. Dura aproximadamente una hora en cada ciclo.
Fases 3 y 4. Es la fase de sueño más profundo, durante el cual el cuerpo descansa más. Se llama también fase de sueño lento, porque en la actividad cerebral las ondas son muy lentas. Cuando una persona está en esta fase se necesitan fuertes estímulos táctiles o auditivos para despertarle.
El sueño REM. En esta fase hay la actividad onírica, es decir, es cuando soñamos. Esta fase debe su nombre a los movimientos oculares rápidos que se producen (en inglés: Rapid=R; Eye=E; Movements=M). El EMG revela la desaparición del tono muscular, pero el resto de las funciones corporales y vegetativas se vuelven a activar. La tensión arterial, la frecuencia cardiaca, la respiratoria, la temperatura corporal y cerebral y el consumo de oxígeno tienen niveles similares a los del estado de vigilia.
Los dos tipos de sueño NO REM y REM se van alternando cada 70 a 100 minutos, con un promedio de 90 minutos. Al conjunto de las 4 fases NO REM y la fase REM se llama ciclo de sueño. Un ciclo tiene en total una duración de entre 90 y 120 minutos. Este ciclo se repite cuatro o cinco veces cada noche. En los primeros ciclos de la noche predominan las fases de sueño profundo, de descanso. En la segunda mitad de la noche predominan las fases 2 y REM. Esto significa que a medida que avanza la noche soñamos más, ya que los sueños se producen principalmente durante la fase REM.
FASE 1Ocupa entre el 2% y el 5% del tiempo total de sueño
FASE 2Ocupa entre el 45% y el 50% del tiempo total de sueño
FASE 3/4Ocupa entre el 18% y el 25% del tiempo total de sueño
FASE REMOcupa entre el 20% y el 25% del tiempo total de sueño

Bibliografía:
Estivill, E., De Béjar, S. (2001): ¡Necesito dormir! El insomnio sí tiene solución. Barcelona, Plaza & Janés

Importancia delsueño en la infancia

La proporción de tiempo durmiendo aumenta muchísimo durante la primera infancia, ya que en sus 2 primeros años, el bebé habrá dedicado más del 70% a dormir, siendo, además, el sueño del bebe, un prólogo imprescindible y fundamental para toda su vida posterior.
Recientes estudios han evidenciado que más de un 30% de los niños tienen dificultades o problemas para dormir. Pero lo curioso es que la consecuencia de esta falta de sueño es, en este caso, diferente a la de los adultos. El niño, en lugar de estar somnoliento, se activa para no dormirse, volviéndose más inquieto y más irritable. Por tanto, el llanto y la inquietud son síntomas que muy frecuentemente se asocian a la falta de sueño y descanso óptimos en estas edades
Pero no sólo esa es la consecuencia de un mal descanso nocturno en edades iniciales. La lista de problemas es interminable y a medida que estudiamos el sueño infantil, ésta se amplia…:
  • Los pediatras han observado que los niños con ritmos perturbados de sueño presentaban entre los dos y los cuatro años más casos de otitis, rinofaringitis y enuresis nocturna de repetición que la media.
  • Estudios recientes demuestran que los niños que duermen menos horas de las aconsejadas tienen peores calificaciones en la escuela y déficits muy significativos en el aprendizaje y la expresión del lenguaje, cuando se les valora a los seis años
  • La falta de atención, mayor dependencia de quien lo cuida, los problemas de crecimiento, la mayor probabilidad de obesidad infantil, dolores de cabeza, inseguridad, timidez, peor carácter y baja tolerancia a la frustración y, ya en edades más avanzadas, el fracaso escolar, son otras graves consecuencias derivadas de un mal sueño durante la infancia.

Sin embargo, el problema más preocupante es que se ha demostrado que el déficit de sueño durante los primeros 3 años ya no es recuperable después. Existe un período crítico del desarrollo en el inicio de la infancia donde dormir poco es particularmente dañino para algunos aspectos de su evolución, incluso a pesar de que el tiempo de sueño se normalice más tarde. Un niño que a los 5 años no ha superado sus dificultades para dormir tiene muchas más probabilidades de padecer trastornos del sueño el resto de su vida.

Igualmente importante es el saber dónde debe dormir el bebé. Muchos padres optan por tener al recién nacido en su propia cama durante las primeras semanas. Ésa no es una buena elección, porque a las pocas semanas se habrá convertido en una costumbre difícil de erradicar

Hay que ser conscientes de que un bebé tiene unas particularidades dimensionales y fisiológicas que hacen que necesite un soporte de descanso específico. Mejor que la opción anterior es instalar al bebé en la habitación de los padres pero en su propia cuna, de menores dimensiones, donde se sentirá tan confortable como en el claustro materno. Aún así, lo recomendable es que a partir del 3º mes el niño duerma ya en su propia habitación y una vez tenga ya el hábito de dormir bien aprendido.
Así pues, facilitar las condiciones óptimas para que puedan dormir cuanto necesiten en esta etapa crucial de su desarrollo, es vital para ellos. Por tanto, brindarles la oportunidad de dormir suficiente y de manera óptima cada noche durante los primeros años constituye un seguro de vida para ellos.
En conclusión, el sueño tiene que ser una prioridad para toda la familia. Los padres deben tener rutinas y horarios de sueño regulares y consistentes. La investigación ha demostrado el gran impacto que dormir bien tiene sobre el humor, la atención, el aprendizaje y el desarrollo de los niños, sin mencionar la falta de descanso en los padres, por lo que, ahora más que nunca, es imprescindible tener claro que dormir mejor, sobre todo en la infancia, es salud.

jueves, 14 de marzo de 2013

TRASTORNOS DEL SUEÑO EN LA INFANCIA

TRASTORNOS DEL SUEÑO EN LA INFANCIA
Actualmente, el concepto de sueño implica a factores psicológicos, conductuales, fisiológicos, farmacológicos, etc. Desde un punto de vista fisiológico, el sueño es un estado temporal de inconsciencia caracterizado por un cese de la actividad sensorial, de la movilidad y del estado de alerta. La necesidad de dormir es biológica y aparece periódicamente en ciclos, con el fin de procurar un descanso al organismo y regenerar energías gastadas. No se trata de una situación pasiva, sino de un estado activo donde tienen lugar cambios de las funciones corporales y actividades mentales de enorme trascendencia para el equilibrio psíquico y físico de los individuos. Desde una perspectiva conductual, siguiendo a Buela-Casal (1990), el sueño (tanto su estructura como su duración), estaría determinado por cuatro dimensiones diferentes: tiempo circadiano u hora del día en que está localizado (¿cuánto duerme el sujeto?), factores intrínsecos al organismo (edad, patrones de sueño, estado fisiológico o necesidades de dormir, ¿cómo duerme?), conductas que facilitan o inhiben el sueño (¿qué hace para dormir?), y por último, el ambiente (habitación, temperatura, luz, ruido, etc., es decir, ¿dónde duerme?).
El sueño de los niños, al igual que el de los adultos, es una función fisiológica que puede alterarse. Las alteraciones del sueño en el niño son frecuentes en la infancia. En el caso de ser alteraciones leves, no tienen porqué conllevar ninguna consecuencia grave y suelen desaparecer llegando la adolescencia, pero cuando las alteraciones normales del sueño infantil, se presentan en una intensidad y frecuencia que comprometen el curso normal del desarrollo evolutivo del niño, entonces hablamos de trastorno del sueño. De hecho, muchos problemas conductuales, sociales, de aprendizaje y cognitivos pueden tener su origen en un mal dormir. Estos trastornos pueden llegar a volverse recurrentes y provocar efectos negativos ya que el niño no dormiría bien y repercutiría en cambios en su temperamento, generando una alteración de la dinámica familiar, escolar y laboral. El aspecto social del niño también se vería afectado ya que éste por miedo a que se presente alguna situación desagradable, dejaría de realizar actividades con sus compañeros como irse de acampada o quedarse a dormir en casa de algún amigo.
La conducta para conciliar el sueño o durante éste es variable para cada niño. No todos los niños tienen iguales hábitos de sueño. Entre niños sanos habrá algunos dormilones y otros que duermen poco, algunos lo harán de manera tranquila y otros estarán inquietos. A pesar de la existencia de patrones de sueño característicos para cada etapa del desarrollo infantil, no debemos olvidar que cada niño tiene su individualidad respecto al sueño.
Pese a la definición que hemos ofrecido previamente, hemos de tener en cuenta que la definición de trastornos del sueño en la infancia no es tarea fácil si tenemos presente una serie de consideraciones importantes:

A menudo existen problemas del sueño en lugar de verdaderos trastornos del sueño.
Frecuentemente el problema es para los padres y no para el niño. De igual forma, situaciones que para unas familias son problemáticas no lo son para otras del mismo entorno.
Las diferencias entre lo normal y lo anormal muchas veces es definido según la edad y no según el patrón de sueño. Los mismos síntomas pueden tener significados muy diferentes según la edad del niño. Por ejemplo, es de poco valor saber que un niño moja la cama si desconocemos la edad del mismo pues es una situación normal a los dos años y patológica a los nueve.

Por otro lado, la importancia del sueño en la infancia se ve incrementada por tres razones fundamentales (Pin Arboledas):

El sueño es para el niño la actividad en la que más horas invierte.
Hay una estrecha relación entre los problemas nocturnos y las alteraciones diurnas de comportamiento.
Las alteraciones de los patrones del sueño del niño producen estrés familiar y disfunciones escolares.

Mientras que los problemas del sueño se pueden definir como patrones de sueño que son insatisfactorios para los padres, el niño o el entorno, el trastorno se definirá como una alteración real, no una variación, de una función fisiológica que controla el sueño y opera durante el mismo. Así pues, el trastorno representa una función anormal mientras que el problema puede representarla o no.
En ocasiones, el tratamiento va a ser semejante se trate bien de un trastorno bien de un problema del sueño, debido a que las alteraciones de los patrones específicos del sueño infantil pueden causar serios problemas, incluso cuando se trate únicamente de variaciones de la normalidad.

EL SUEÑO EN LA INFANCIA


El sueño es la fábrica de nuestro día. Durante las horas en las que estamos durmiendo el cerebro y el resto del cuerpo se encargan de regenerarse. De hecho, nos pasamos de media un tercio de nuestra vida durmiendo. Al llegar a los 75 hemos estado 25 años durmiendo, pero no crean que se trata de una pérdida de tiempo. Muy al contrario, esos 25 años de reparaciones son los que nos permiten rendir los otros 50.
En los niños, el sueño es especialmente importante. Su cuerpo y su cerebro se están desarrollando a gran velocidad, su vitalidad es arrolladora, y, por supuesto, necesitan dormir más horas que un adulto para poner de nuevo la máquina a punto y contribuir a la maduración del cerebro.
Un niño que duerme mal se vuelve irascible, pierde capacidad de concentración y atención y su memoria se ve mermada. Su sistema inmunológico se debilita y es muy probable que sufra pérdida de apetito.
La mayoría de los problemas de sueño en los no están provocados por alteraciones físicas o psicológicas, sino porque no se ha adquirido un buen hábito. Lograr, pues, un buen hábito es fundamental para la salud física y mental del niño y, por supuesto, la de los padres. Aquí van algunos consejos para conseguir unos buenos hábitos del sueño:
  1. Realizar actividades relajadas antes de acostarlo: Un baño y la lectura de un cuento son actividades que van muy bien.
  2. Seguir la misma pauta todos los días: Cena-Baño-Cuento-Dormir. De esta forma el niño se habitúa, pues las rutinas les hacen sentirse seguros.
  3. Acostarlo siempre a la misma hora: Así conseguiremos adaptar el reloj biológico del niño a un horario fijo.
  4. No eternizar el momento de la despedida: Un beso, “Buenas noches”, apagar la luz y fuera. Ese es el momento en el que el niño aprovecha para “Echar el lazo” al adulto para no quedarse solo, por tanto ha de ser breve.
  5. No dormir al niño en brazos: Ha de acostumbrarse desde pequeño a dormirse solo en la cuna.
Estas son las pautas generales que tenemos que seguir para conseguir que nuestros hijos adquieran desde pequeños el hábito de irse a dormir y aprendan a hacerlo finalmente sólos, pero a veces esto no es tan fácil porque no hemos educado a nuestros hijos desde pequeños en estos hábitos. En estos casos sería conveniente aplicar una serie de pautas difíciles para los padres pero con resultados muy positivos que explicaremos en el siguiente artículo.